Sancho se puso camino del Toboso y llegó a la venta donde le habían manteado. Salieron de ella el cura y maese Nicolás -el barbero-, que estaban buscando a don Quijote. Al ver a Sancho, le llamaron:

-"Amigo Sancho Panza, ¿adónde queda tu amo?"

Sancho les contó que don Quijote estaba en Sierra Morena, haciendo penitencia por su dama.

El cura pensó que la mejor manera de llevar a don Alonso a su casa, era que maese Nicolás se disfrazase de doncella menesterosa y él mismo de su escudero, y así la doncella pediría un don al Caballero, que éste le otorgaría a buen seguro.

La ventera vistió al barbero con unas tocas y una saya, y el cura se pegó una barba postiza, para que don Quijote no los reconociera.

Entretanto, Sancho descansaba de su viaje, y soñó que iba al Toboso, a llevar el mensaje de don Quijote, y en su sueño, dijo a  Dulcinea:

-"Soberana señora: Vengo de parte de don Quijote de la Mancha, el Caballero de la Triste Figura."

Fue tan real aquel sueño, que el simplón de Sancho creyó que había estado en el Toboso y entregado a Dulcinea la misiva de su señor.

A la mañana siguiente, el cura y el barbero se fueron con Sancho a poner en marcha el plan que habían pensado, pero antes de encontrar a don Quijote, vieron a una doncella, llamada Dorotea, a quien contaron lo que allí les llevaba, y ella se ofreció a interpretar el papel del barbero.

Descubrieron a don Quijote entre unas peñas, y así como Dorotea le vio, se hincó de rodillas y le dijo:

-"De aquí no me levantaré, valeroso caballero, hasta que vuestra bondad me otorgue un don."

Don Quijote le preguntó cómo podía complacerla.

-"Sólo hay que matar a un gigantazo, y quien lo pide es la Princesa Micomicona", dijo Sancho.

Otorgado el don, emprendieron todos el camino del imaginario reino de Micomicón.

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